jueves, 10 de marzo de 2022

Reliquia




Para celebrar su cumpleaños, Amalia se levantará como siempre pero hoy se atreverá. 
Hará la maleta, cerrará su casa y llamará a la puerta de la residencia.

No pasará un mes sin que su mano y la de él paseen juntas por los árboles del jardín. 
Ensartándose los dedos brotarán las alianzas. Y en cada banco descubrirán la memoria de las cosas que ya no están, el pan que les salvó de tanto, los últimos besos en la tormenta, el pálpito, los hijos de cada uno, el mar…

Y cuando todo esté en calma, cuando se apague el aire, los pájaros, las cacerolas, se dilatará el deseo, la fuerza que aún se agarra entre sus muslos, el ímpetu nervioso de la piel. 
Y se extinguirá esa antigua liturgia de intenciones aplazadas y de cuerpos diluidos de silencio. Entonces, nada impedirá escuchar los pulsos.
Y se comerán la boca.

Pero Amalia se levanta como siempre. Contempla  su maleta soñadora, como siempre.  
Y se queda absorta en la ventana.