viernes, 24 de abril de 2020

El cajón de los pañuelos




Me pasa que
cuando los miro encuentro el color de la estación precisa
me pasa que cada uno me atrapa con su vaivén
me pasa que se revuelven en un loco mar sin mareas
me pasa que se me abrazan antes de poder salir.

Me pasa que los pequeños se arrugan entre los grandes
que los de rojo saltan más que los demás
que aquel de lana no se entiende con mi cuello
que las bufandas se empeñan en persistir.

Me pasa que cuando llueve todos bailan en mi pelo
que con el sol ellos diluyen su luz
que les huelo cada día y sin quererlo
les recuerdo a cada uno en un lugar.

Me pasa que todos juntos son la agenda de mi historia
que entre sus pliegues ellos  me hacen especial
que ahora a mis años son la crema en mis arrugas
me pasa que con el tiempo me han llegado a definir.

Me pasa que ya mis días son como mis pañuelos
que me envuelven que me agarran que me empujan que me dan
sus horas llenas de brisa de mil colores preñada
colores que elijo atenta para no desentonar.

Mis pañuelos son yo misma
mis matices mi verdad.

sábado, 18 de abril de 2020

Un año más




Quiero decírtelo todo y se asustan las palabras
Se quedan quietas, desnudas, mostrando su mejor cara.
Saben que el reto es enorme, saben que la altura es tanta
que no alcanzan a volar juntas,
el desafío las espanta.

Cada día que lo intento la impotencia me atenaza.
Cómo expresar que te adoro y
lo que me sobresalta cada vez que pienso en ti,
siempre que te siento, hermana, como parte de mi vida,
como empuje, como lanza.

Te adivino en una estrella, en mi planeta, en mi matria
en mi historia, en mi refugio, 
en la suavidad del ala que me arrulla y me protege, 
que cuando no está, me falta,
que responde silenciosa con amor y sin tardanza
cada vez que alguien requiere de  su ayuda y su bonanza.

Qué suerte tengo en la vida
 pues te llevo siempre, hermana,
ensartada como perla a las costuras del alma.

Quiero decírtelo todo
y se asustan las palabras.

jueves, 16 de abril de 2020

¿Dónde las dejé?





De la nariz despegó su último vuelo al acostarse.
Se había desabrochado el sostén de la mirada.

El despertar fue un correr de manos indecisas,
de parpadeos perdidos  por la mesita de al lado.
Necesitaba esos hilos de cristal 
para abotonar  cada imagen a sus colores perfectos,
para esparcir los acentos y amasar las siluetas,
para untar la pomada del primer vistazo.

Sus pestañas ondearon como las banderas bajo la lluvia,
se avivaba los párpados con los dedos para acercarse el paisaje,
tanteó  unos pasos y enhebró las primeras líneas
pero una esquizofrenia oculta desdoblaba el  lagrimal.

Fue a buscar a tientas los tiradores y los picos de la mesa,
a revolver los cojines,
a arrodillarse y tocar en la alfombra los dibujos,
a desnudar cajones, a levantar bien las tapas,
a deshojar la prensa caduca.

Y a rumiar.

Repasando la última vez,
divisando el último paso,
derramando el último soplo.

Cuando vuelve a la mesita las intuye entre sus libros.
Discute con la memoria y tira de ellas con lentitud.
Las pasea por las sienes, las abrocha en los oídos y se las calza en la nariz.
Resetea el sistema, 
elige la mirada, 
ajusta su retina

vuelve  a respirar.

No puede encontrarse
sin ellas.

Al alba




Con los sueños anudados
estornudo el aire preso de la noche.

A tragos llega la madrugada.
Un olor tostado se pega 
al cuello de mis bostezos,
venero este nido caliente 
entre las palmas de las manos
y permanezco muda
como una moneda en la fuente verdosa
gozando la soledad de este sorbo 
de penumbra.

Por la ventana entra 
un fino encaje de luz 
hasta el borde de los ojos,
se mueve en silencio, dócil 
como el titubeo de una cortina.
En la estancia ya reptan las sombras,
escuadrones de espejos
agazapados.

Un sosiego vela esta coexistencia 
hasta que el sol 
irrumpe con su néctar redondo y tajante
provocando con descaro la mañana.

Marchita de luz la noche 
se vuelve, poco a poco
a la alcoba fría.



viernes, 3 de abril de 2020

Reclamación




Señor 2020:
Con fecha 31 de diciembre de 2019, le hice reserva, a las 12 de la noche, de un próspero y feliz año nuevo con las siguientes especificaciones acordadas:
       - Salud garantizada para seguir la vida.
       - Dinero necesario, para no hablar de él y
       - Amor, en papel celofán, atado con una sorpresa.
Además, se ampliaron nuevas cláusulas para este periodo anual:
         - Jornadas de degustación de aromas en tardes de primavera con lluvia de almendros y nidos de golondrina.
         - Tardes de siesta a la sombra del Retiro ojeando las  historias en la fiesta del lector.
         - Encuentros imprevistos que alivian nuestros labios, abrillantan nuestros ojos y nos refrescan la piel.
         - Caminos por talleres y clases convenidas, planeando en las palabras, aproximando lenguajes, dispuestos a despegar.
No obstante, y contrariamente a nuestro acuerdo, como consecuencia, sin duda, de una falta de previsión suya, la situación actual de confinamiento ha alterado los criterios,
lo que afecta, de una manera determinante,
en el estado de las auroras, en el fondo de las pupilas, en el tono al caminar , en la velocidad cuando mastico y en el agua cuando bebo, en la ropa que me pongo y en las ganas de reír, en la alergia ante el olivo, en el sabor de la carne, en las agujas del tiempo, en el hambre de besar
así como en la confianza depositada en su gestión.
Por todo ello, solicito indemnización del perjuicio ocasionado.
En espera de una respuesta satisfactoria para todos, deseo una pronta solución de los acuerdos contratados ya que de lo contrario adoptaría las locuras oportunas .

Le saluda esperanzadamente,  
                                                         
                                            Su afectada  situación.



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