martes, 26 de septiembre de 2023

Aguantadoras




Labios agotados 
que ya no actúan
y áspera saliva 
que regresa

Ya descansa, en el borde
la zozobra de sus bocas

Cinco uñas maquilladas por dinero
levantan la copa 
de otra noche que remata.

!Arriba!
como un trofeo de carnaval
como el cáliz consagrado de algún templo.
Abajo
un continente no para de vaciarse.

Trago contra trago
se camuflan engaños, deudas, pasaportes. 
Fantasmas escondiéndose en las grietas.
Las murallas se tambalean,
el calor de la borrachera disuelve
el brillo de sus miedos.

A solas
esa copa es 
la que toman al salir 
de los hoteles. 

Una liturgia al origen
que les sacuda tanto polvo y 
les recuerde para qué 
ponen el cuerpo.

Así,
sostenerse, al menos. 


miércoles, 6 de septiembre de 2023

De blanco roto


 

Mi padre siempre me despierta la última. ¿Por qué? ¡Si yo soy la mayor y le podría ayudar con mi hermanita!, que, además, no sé qué le pasa pero no quiere desayunar .Creo que mi padre me echa a mí la culpa porque ella, cuando estoy yo, se tranquiliza y siempre me hace caso. Por eso estará tan serio conmigo... Bueno, por eso y por lo del pis por las noches. Que se cree que lo hago aposta.

Más quisiera yo ser como mi hermana que ya no se moja en la cama. 

A veces siento que, a él, le doy un poco de asco. Lo noto en cómo me mira y que casi no me habla.

Esta mañana he pensado levantarme antes para ayudarle y, cuando he salido del baño, él se ha cruzado conmigo, sin siquiera saludarme. No sé qué más puedo hacer.

Después, cuando he abierto la habitación de mi hermana, la he encontrado llorando, sin pijama y retorciendo la sábana de abajo. A penas la entendía en medio de tanto llanto. Pero, cuando me ha dejado mirarla, he visto lo que le había pasado.

Su cama también estaba mojada, pero…!qué pis tan raro!



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Mellizos

 



El 14 de febrero del 98 parí mi primer niño y, al instante, una mariposa negra.

Al niño lo tuve que poner enseguida al sol de la ventana para cargarlo de vitaminas. Fue entonces cuando la mariposa empezó a abrir sus negras alas.

Cuando volvíamos del hospital a casa, el bebé dormía plácidamente bajo el arrullo del ruido del motor del coche. La mariposa negra, sin embargo, no paraba de chocar contra los cristales de atrás, como queriendo tomar sus propias riendas cuanto antes. Yo intentaba apaciguarla ofreciéndole el dorso de mi mano para que se tranquilizara  pero ella no me hacía ningún caso.

En la parada del primer semáforo se posó sobre el oído derecho del bebé, intentando meterse dentro. De manera instintiva la retiré de un manotazo y entonces repitió su movimiento hacia el otro lado. Estaba empeñada en hacerle daño y yo me estaba empezando a inquietar. Seguí insistiendo para alejarla de él pero era más hábil que yo y, a cada instante, se volvía más pegajosa también.

Entonces, con la sabanita,  tapé al bebé que dormía sin inmutarse, abrí la ventanilla para echarla fuera y me lié a manotazos de nuevo, por la izquierda y la derecha, por arriba y por abajo, del derecho y del revés, sacudiendo cada sitio donde intentaba pararse, hasta hacerme daño en varios dedos a la vez.

La mariposa negra iba reforzando su brío y su destreza y se llegó a colar por rincones imposibles hasta llegar a mi pecho. No me la podía sacar y sollocé de impotencia hasta que Luis, que iba conduciendo, paró el coche y me la quitó.

Cuando llegamos al parking de nuestra casa fui a coger al niño y la encontré de nuevo  alrededor de su boca. Luis me dijo que no veía nada, que sólo era la sombra de mi cabeza sobre la carita del bebé.

Llevo  espantadas miles de mariposas desde aquel día de febrero.

Ahora, cada vez que me desnudo, encuentro la mariposa negra agazapada en la vieja cicatriz de mi  cesárea.

Intento vivir como si ya no estuviera pero, cuando le da la gana, emprende otra vez su vuelo negro y me obliga a marcar el número de mi hijo.

Sólo así logro acallarla, por un tiempo.


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