miércoles, 6 de septiembre de 2023

Mellizos

 



El 14 de febrero del 98 parí mi primer niño y, al instante, una mariposa negra.

Al niño lo tuve que poner enseguida al sol de la ventana para cargarlo de vitaminas. Fue entonces cuando la mariposa empezó a abrir sus negras alas.

Cuando volvíamos del hospital a casa, el bebé dormía plácidamente bajo el arrullo del ruido del motor del coche. La mariposa negra, sin embargo, no paraba de chocar contra los cristales de atrás, como queriendo tomar sus propias riendas cuanto antes. Yo intentaba apaciguarla ofreciéndole el dorso de mi mano para que se tranquilizara  pero ella no me hacía ningún caso.

En la parada del primer semáforo se posó sobre el oído derecho del bebé, intentando meterse dentro. De manera instintiva la retiré de un manotazo y entonces repitió su movimiento hacia el otro lado. Estaba empeñada en hacerle daño y yo me estaba empezando a inquietar. Seguí insistiendo para alejarla de él pero era más hábil que yo y, a cada instante, se volvía más pegajosa también.

Entonces, con la sabanita,  tapé al bebé que dormía sin inmutarse, abrí la ventanilla para echarla fuera y me lié a manotazos de nuevo, por la izquierda y la derecha, por arriba y por abajo, del derecho y del revés, sacudiendo cada sitio donde intentaba pararse, hasta hacerme daño en varios dedos a la vez.

La mariposa negra iba reforzando su brío y su destreza y se llegó a colar por rincones imposibles hasta llegar a mi pecho. No me la podía sacar y sollocé de impotencia hasta que Luis, que iba conduciendo, paró el coche y me la quitó.

Cuando llegamos al parking de nuestra casa fui a coger al niño y la encontré de nuevo  alrededor de su boca. Luis me dijo que no veía nada, que sólo era la sombra de mi cabeza sobre la carita del bebé.

Llevo  espantadas miles de mariposas desde aquel día de febrero.

Ahora, cada vez que me desnudo, encuentro la mariposa negra agazapada en la vieja cicatriz de mi  cesárea.

Intento vivir como si ya no estuviera pero, cuando le da la gana, emprende otra vez su vuelo negro y me obliga a marcar el número de mi hijo.

Sólo así logro acallarla, por un tiempo.


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3 comentarios:

  1. Es magnífico, redondo, impresionante. No me extraña que la misma Rosa Montero lo haya hecho suyo en su página. Me po e los vellos de pu ta.

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  2. Los vellos de punta. Jajaja

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