Herida genocida
Ya nadie se llamará como yo
mi apellido se ha secado entre mis pechos.
No queda ruido de lo que fuimos.
Huyeron las ramas de las palomas, los muros
no sujetan el temblor de nuestro polvo.
Ya, tampoco podré llamar a nadie.
El olor de la sombra
Pronto, ya nadie se llamará como yo
cada nombre será un hueco más
en mi cadáver
rostros, pasos, voces
simples reflejos en el espacio de mi caída.
Huele la piel ajena de las palabras
las frases desfilan en un tío vivo
los verbos abandonan su pasado.
Aprieto el temblor del lapsus
el ancho murmullo de la vertiente.
Sin apenas altura, me cuelgo
al último simulacro
de mi propio ser ajeno
Ni el espanto se salva de las zarpas
de mi misma.
.