Estaba sentado justo enfrente de mí, cada mañana, como si fuera mi espejo. En su bloc dibujaba todo lo que veía.
Yo jugueteaba, como siempre, con el anillo de mi madre en mi dedo corazón, intentando ocultar su hermosa gema. Temía que alguien me lo quitara.
Pero hoy la mostré por un momento. Él no paraba de mirarla con discreción.
Ya en el andén, el me ofreció su dibujo. Eran mis dedos completamente desnudos. Desconcertada, lo acepté y él me dijo señalándolos:
- Les añadiré ese anillo si me dices sí a un café.
Mientras, un carterista me tiraba de la mano