El parto da a luz
a una ausencia indeleble
a una ausencia indeleble
y sus pechos
se despeñan
como piedras.
El llanto estalla por los pezones
que anhelan labios oscuros.
El dolor le impide respirar
el sinsentido de sus brazos
deshabitados.
Ningún salvavidas para la hembra rota.
Sólo una ofrenda blanca
le lanza un eslabón al duelo,
un sentido
que amamanta el mañana de otro ser
y apacigua su yo desconsolado.
y apacigua su yo desconsolado.
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