Entra el otoño hasta el patio y el trajín de la vieja teja es continuo.El tejado se está mudando a bocanadas de viento, derrama al suelo los huesos de aceituna y recibe las primeras hojas amarillas del moral.
La vieja teja, como ella, se tambalea sobre la pendiente en equilibrios precarios.
Aurora la vigila cada día desde su silla de ruedas. Calcula la fuerza de cada apretón del aire, el empuje del último chaparrón o el insistente repiqueteo de los pájaros por las hendiduras.
A veces cree que, como ella, la teja aguantará poco, que acabará por caer partiéndose en mil pedazos.
Aurora la sostiene con la fuerza de su mirada, con la intención de que resista, igual que ella, los envites.
Al amanecer, los golpes de la contraventana la despiertan.
Sube a la silla de ruedas y sale enseguida al patio.
La vieja teja oscila de borde a borde como una loca. Parece a punto de caer. Entonces, Aurora pone sus manos sobre las ruedas y avanza al lugar exacto.
Precioso. Me encanta la metáfora que está detrás de todo el relato. El detalle de los huesos de aceituna, y el cuidado que pone Aurora en estar presente en el (su) desenlace. Cuánta ternura.
ResponderEliminarDe cuidados y ternura, tú sabes mucho. De metáforas también. Muchas gracias. Un abrazo enorme.
EliminarMuy bien Maruja
ResponderEliminarGracias por tus envios
No sabia que tenias un blog
Seguiremos tus relatos
Abrazos cristeños
Lazaro
Me gusta Oscilaciones
ResponderEliminarLo encuentro con una gran fuerza poética existencial
Las cosas pequeñas siempre nos llegan pero es muy difícil narrar las pequeñas emociones y darles una dimensión universal, global que decimos ahora
Enhorabuena y abrazos, se nota la tierra de Cervantes
Muchas gracias por tu lectura. Estoy deseando hablar contigo de escritura. Un abrazo fuerte
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