Tú,
que
resistes por los siglos el zarandeo de los impotentes,
permítenos
entrar en las habitaciones propias, y permítenos salir
del
corredor del frío
porque
tuyo es el poder
la
inmunidad del fantasma que nos tienta.
Y
no podemos caer,
no
hay más remedio
que
hacer filigranas contracorriente, atravesarte, empujarnos
empujarte
más abierto el cuerpo,
filigranas
de mayor cintura,
que
el movimiento nuestro haga suya la acrobacia
hasta
que respirar no culpe. Y allí
quebrarte
la raíz que nos enreda.
Propongámonos
desde los dientes
escapar
a
tiempo
de
sacar del pan nuestro fuego de cada día.
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