La
estación de autobuses desaparece
cuando
tus ojos me roban la mirada.
De
repente
tus
pestañas me cubren
y
mis labios se adelantan a tu boca.
Tu
piel
se
cuela hasta mis muslos
donde
aguardo la savia de tus besos.
De
repente
tus
brazos aprietan mi temblor
una
coreografía urgente, violenta
un
tsunami.
De
repente.
Ya no
puedo escapar.
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