Se apagan las gargantas, las ventanas, las cacerolas.
El almuerzo transita entre los poros
y en la espalda
un blues cabecea sentimental.
El almuerzo transita entre los poros
y en la espalda
un blues cabecea sentimental.
No hay pájaros,
en la calle no hay aire
las cortinas se doblegan al sol,
una liturgia de intenciones aplazadas,
de cuerpos diluidos.
Nada impide
escuchar los pulsos.
Qué buena eres, Maruja. Un abrazo.
ResponderEliminarQué honor recibir esas palabras de tí. Un besazo
EliminarQué bellos versos. Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias, Concha. Me gusta compartirlos contigo. Besos
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