Ha llegado el tapicero
en la puerta de su propio domicilio.
Tapizamos
ausencias antiguas y
besos desarmados,
rasguños de tristeza y
asientos de soledad,
fuerzas destartaladas,
lágrimas descoloridas,
heridas parcheadas y
golpes de dolor.
También se refuerzan
ilusiones vanas,
despertares ansiosos,
sonrisas a medio gas,
sollozos de consuelo,
miradas de quijote,
palabras indecisas y
ganas de brindar.
No deje de llamarnos.
Insista cada día.
Nuestros resultados
están garantizados.
Cada mañana me repito
una y otra vez,
¡déjales entrar!,
mientras me sacudo las telarañas.
Cada mañana me repito
una y otra vez,
¡déjales entrar!,
mientras me sacudo las telarañas.
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