Hoy mi vagón corría más despacio que mis sueños. Por eso me
di cuenta que yo tenía que estar dormida.
Al instante desperté. Abrí los ojos y, como cada día, me
encontré parando justamente en mi estación de Polvoranca.
Este tren nunca me defrauda. Me arrulla
con su balanceo hasta el momento preciso y luego me
abre a la vida.
Igualito que una madre.
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